¿PERDÓN O COMPASIÓN?
LO QUE POSIBLEMENTE NUNCA TE HAYAN DICHO SOBRE EL PERDÓN
La Semana Santa acaba de dar su pistoletazo de salida y por este motivo nos parece que el perdón es un tema idóneo para tratar en estos días y sobre el que reflexionar. Entendiéndose el perdón en su sentido más profundo y no como la típica disculpa que le pedimos a alguien porque la hemos cagado.
Todos y todas tenemos sentimientos de culpa y remordimiento por algún daño que hemos infligido a alguien y, a su vez, sentimos rencor o ira, e incluso odio, por el daño que nos han hecho a nosotros/as. Estos son sentimientos absolutamente propios de la especie humana y de los cuales no deberíamos avergonzarnos ni rechazar, lo realmente importante es conectar con ellos, descubrir para qué están ahí, aceptarlos y saber qué hacer con ellos.
El perdón es un tema que crea mucha controversia tanto en el ámbito religioso como cuando se habla de moral o ética y tristemente, también en las consultas de los psicólogos. Lo que todos/as sabemos y lo que más se repite acerca del perdón es que tener rencor acumulado y alimentar la ira no es sano y nos lleva a seguir sufriendo por los daños que nos infligieron en el pasado, y esto es cierto. Sin embargo, el cómo nos dicen que tenemos que llevar a cabo el perdón no resulta para nada beneficioso. Los consejos del tipo "perdona y suelta, cuando te liberes de esos sentimientos negativos alcanzarás la paz interior. El pasado pasado está y hay que empezar de nuevo" suponen más una obligación para ponernos una venda en los ojos y nos evite mirar en nuestro interior lo que realmente provocó esos sentimientos. Es decir, este tipo de perdón es más bien una huida de la realidad. Si perdonas porque es lo que debes hacer sin haber ahondado en tu historia personal y sin expresar las emociones negativas que llevan asociadas, no estás permitiendo que estas emociones se liberen, aunque es posible que se desvanezcan por un tiempo. Lo que estás haciendo es reprimiéndolas aún mas. Y ya sabemos que todo lo que reprimimos puede quedar hibernando durante años, creyendo que lo hemos olvidado pero en algún momento, antes o después, algún evento inesperado lo hace emerger de nuevo y lo más habitual es que se manifieste en forma de enfermedades psicosomáticas que vienen a decirnos "has perdonado a los demás, pero te has traicionado a ti mismo/a".
Solo mediante la liberación llegaremos a la comprensión y a la compasión de los demás y de nosotros/as mismos. No es el dar o recibir perdón lo que nos libera puesto que no somos jueces con ese poder, no es a nosotros/as a quien nos toca perdonar a quienes nos hicieron o siguen haciendo daño. En todo caso, el único poder que tenemos es el de perdonarnos a nosotros/as mismos. Sin embargo, sí que está en nuestro poder ser seres comprensivos y compasivos y para llegar a estos sentimientos elevados antes tenemos que hacer un proceso de entender todo lo que sucedió o está sucediendo y poder expresar las emociones reprimidas asociadas a esos eventos. Esto nos permitirá fortalecernos para tomar el control de nuestras vidas y no volver a ceder ante situaciones parecidas, sería algo como "no permitiré que esto me vuelva a suceder".
Son pues la comprensión y la compasión hacia los que nos hirieron las que nos van a permitir relacionarnos de manera diferente con esas personas y no sentir odio ni deseos de venganza y en muchas ocasiones, será necesario poner distancia entre ellas y nosotros/as. Para hacer más fácil la compresión de esto último nos vamos a servir de una pequeña historia publicada por el psicólogo malagueño Ramón Soler que dice le contó una monja budista:
"Imaginemos a un hombre paseando por el campo, disfrutando de la naturaleza y de una agradable brisa. Sin previo aviso, aparece un león y le ataca. Le es imposible defenderse, la diferencia de fuerzas es abismal y su vida está en las garras de aquella fiera salvaje. Por suerte, logra sobrevivir, pero como recordatorio de la agresión, su cuerpo queda marcado de por vida por unas tremendas cicatrices.
Durante un tiempo, guarda un profundo rencor hacia su atacante y el deseo de venganza no le deja descansar por las noches. Ante su sufrimiento, todos sus seres queridos y los "maestros" de las distintas religiones que visita, le animan a perdonar y olvidar para liberarse de esas emociones que le atormentan. Le dicen que no debe acumular ira en su interior y que lo mejor que puede hacer es perdonar y amar a aquél león que le atacó. Lo hace y se siente mejor, todos se alegran por él y consigue dormir mejor por las noches, aunque no todas, porque de vez en cuando, el león se cuela en sus pesadillas.
Al perdonar al león, como le dijeron, le parece sentir que el amor hacia éste va creciendo en su interior y, un día, decide volver a pasar por la zona donde vivía su agresor para hacerle ver que, no sólo no le guarda rencor alguno, sino que le ama con todo su corazón y ya casi había olvidado lo que le hizo. Cuando ya está cerca de la zona del primer ataque, aparece el león y se abalanza de nuevo sobre él. Le desgarra con sus zarpas, le muerde y le abre las viejas heridas. Por segunda vez, sobrevive y puede volver a casa. Esta vez, las heridas tardan más en curar y, mientras tanto, él se pregunta por qué la vida le trata así, con todo el amor que sentía y con lo que le había costado perdonar al león.
Al tiempo, pasó por el pueblo un experto en felinos que estaba estudiando la vida de los leones de aquella zona. Nuestro protagonista le contó sus experiencias con el león, cómo le había perdonado, pero cómo éste le había vuelto a atacar. Cuando hubo acabado su relato, el experto, a su vez, le habló de la escasez de comida y de agua, del hambre que estaba pasando el león, de su agresividad, de que los grandes felinos son seres territoriales que atacan a cualquier intruso que penetre dentro de su zona. A medida que el hombre le explicaba el porqué del comportamiento del animal, fue entendiendo la naturaleza del león. No le atacaba por ser él como pensaba, sino que el animal hubiera agredido a cualquiera que se hubiera aventurado a cruzar su territorio. El felino lo único que hacía era seguir sus instintos primitivos.
Por primera vez en mucho tiempo, pudo respirar tranquilo. Sintió que la rabia acumulada perdía fuerza a medida que entendía que el león era así y no podía escapar de su naturaleza. Cuando más lo comprendía, le parecía que ya no era necesario "perdonar" como le habían dicho sus familiares y sus consejeros religiosos. La comprensión fue madurando y se tornó en compasión. Ya no le deseaba mal alguno a aquel león, esperaba que pudiera tener agua y comida para poder vivir, pero también pensó que, a él, no le apetecía ser la comida que saciara el hambre del animal. Pudo decidir, entonces, no volver a pasar por el territorio del león, mantener una sana distancia para evitar otro ataque".
Deseamos que con este artículo hayas podido comprender que deshacerse del rencor y la ira solamente porque "hay que perdonar para poder sentir paz en nuestro interior" no es el camino. Se trata de todo un proceso y cuando existen emociones reprimidas que acaban dañándonos y manifestándose en forma de enfermedad, ataques de ira incontrolables, irritabilidad, ansiedad, depresión y todo tipo de patologías, se debe buscar ayuda de un/a profesional adecuado que te guíe y acompañe para sacar a la luz lo que debe ser visto.
Autora: Ana Fernández Ramírez
¡Qué tengáis unas vacaciones de Semana Santa no solo para ver procesiones sino también para observar la procesión que cada uno y cada una lleva dentro y tomar la decisión de atenderla con el fin último de empezar a experimentar una vida más plena y amorosa!
¡Un abrazo de elefanta, tribu!
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